01 noviembre, 2007

Capitulo 4

Ese martes como cualquier otro, despertó con el hilo de sol filtrado por la coladera para perseguir la telera (o lo que fuera), recorrió los lugares habituales, pregunto por las desapariciones y ausencias del día y siguió su camino para ver en que esquina había chance. No hubo lugar entre los cargadores eventuales de la mudanza, ni para recoger la basura de las imprentitas de la zona, la cual vendía y sacaba hasta 20 pesos por los bultos de recorte. No hubo vidrio ni metal de los restaurantes y tienditas, no hubo nada. No importaba, siempre había una esquina donde plantarse.

Caminaba por la calle mientras los vecinos lo veían como basura, siempre fue igual, aunque ya lo conocían y sabían que no era rata ni “muy chemo” el desprecio les invadía la expresión; pocos eran los que le hablaban y sabia que solo era por que se llevaba sus desperdicios.

Al pasar por un bote recogió una botella de plástico, en una barda destartalada le hizo un hoyo en la tapa con un clavo salido, en uno de tantos grifos afuera de un multifamiliar la lleno con agua, de otro bote saco una camiseta rota y de su bolsillo rescato aquella goma que siempre guardaba. Listo, ¡era la ciudad de las oportunidades!, cualquiera podía hacerse de unos pesos con los desechos de los demás.

Llego a una esquina, vio a algunos conocidos y simplemente camino a su primer coche previa aprobación de los demás limpiadores. A veces se preguntaba porque teniendo esos carrotes o con tanta gente arriba de las peseras tan solo recibía 2 o 3 pesos, así era la cosa, siempre igual, ya ni pa´que preocuparse.

-Gracias jefe- (pinche jodido, 2 varos) –Buenas don- repartiendo las dos monedas con su compa en turno. Veía el interior de los coches, limpios, a veces olorosos, con vidrios relucientes, pinturas brillantes, los pasajeros con ropas limpias y exuberantes, los teléfonos, los radios, los trajes, las mujeres con faldas, los escotes; tanto que ver en la calle.

Semáforo en rojo. Pesera con chofer conocido. Saludo. Limpieza. Primer asiento. Regordete despeinado y con cara de aturdido, bata blanca y camisa de cuadros. -…no se vaya a ensuciar su batita blanca- rió para si mismo y entro a recoger la propina, reparo en el enbatado y luego en una piernuda del asiento del centro. Lanzo un beso sonoro, volvió a ver al enbatado que tenía la mirada (aun aturdida) fija en él y después de estrechar la mano del “choferconocido” bajo sin más.

…..

La pesera avanzó con rumbo predfijado, miro al flacucho alto por la ventanilla grafiteada repartiendo monedas con otro mas desafortunado físicamente y siguió en sus pensamientos científicos.

Se levantó de su asiento a pocos metros de la esquina, le indico al chofer por el retrovisor que era su parada y acto seguido se dirigió a la salida, volteo hacia atrás de la pesera viendo fugazmente las piernas desnudas al final del corredor, recordó al flaco atrevido (ahora entendía el beso) y bajo con la presencia latente de la figura espigada.

Camino hasta doblar la esquina y sin reparos fue tragado por el túnel del metro junto con otros cientos de apresurados individuos en estado de alerta inconsciente ante los empellones, arrimones y demás “ones” a los que estaban expuestos cada segundo.

Subió al vagón, transitó, bajó, caminó, entró, subió, abrió y se tiro en su vieja cama. Suspiro largamente y de un salto se reincorporó, a final de cuentas había ido a bañarse ¿no?, recordó a Marlene; aún debajo de la bata, la piel "palidaverdosa" y la facha de ardilla, era mujer; se apretó el pito fugazmente, se rasco los huevos y se quito la bata.

Se desvistió con rapidez y se dio cuenta que efectivamente si apestaba –tendré que comprar desodorante- dijo en voz alta, abrió la regadera y sin esperar a que se calentara el agua entró dando brincos y profiriendo maldiciones hacia el agua fría y su progenitora. Esperaba terminar su baño, dormir unas horas y regresar cuanto antes a seguir monitoreando sus muestras, no podía dejar que alguien mas lo hiciera, que tal si se les pasaba la hora de revisión o simplemente lo olvidaban. No había tiempo que perder, solo sería lo indispensable.

Tomo el zacate, lo froto ávidamente con el jabón y levanto el brazo. –¡no mames!- dijo en voz alta, si estaba fuerte la peste; talló y pensó en el flacucho otra vez, en cuanto tenia sin bañarse y en la cantidad de flacuchos que existían en las calles de la ciudad, expuestos a la polución y cultivando gérmenes nocivos para ellos y para toda la demás gente. Vio en cámara lenta al espigoso como recogía las monedas, fijaba la mirada en él, lanzaba beso sonoro hacia el fondo del pasillo, volvía a verle de pasada y (en extra slow motion) estrechaba la mano del chofer. –Espero que el chofer se lave la mano antes de comer- entre dientes.

Salió del baño, froto la toalla por todos lados, tomo un puñado de talco Mexana y lo lanzó sin cuidado en las axilas y en el pecho formando una nube que lo hacia estornudar; sacó unos boxers del cajón, medio agitó las cobijas destendidas y se metió en la cama sin más.

Cayo dormido en un minuto.

4 comentarios:

Escribidora por afición dijo...

Que bueno que volviste, de verdad!!

Anónimo dijo...

noto medio cansado al autor, pero me da gusto que sigas escribiendo .... todos los dias, espero en la mañana el nuevo capítulo ....... vezzzzooosssss!

Moxo dijo...

Cansado, porque??
besos, y criticas, criticas...

Liliana dijo...

Yeah, he tenido el tiempito y voy con el 5o.