
Sentía los ojos hinchados, el aire denso, los pulmones saturados de partículas que no me permitían respirar, un intenso clamor de todo mi cuerpo diciendo ¡sacame de aqui!...exacto, estaba en la Ciudad de México, lugar tan pintoresco que algunas "vacas" adoran por su bio-diversidad e inusual versatilidad multisensorial.
El semáforo efímero, cambiaba una y otra vez mientras yo avanzaba uno o dos lugares por vez en la interminable pero paciente fila de autos. "No copera" se acerco una mujercita morena de apenas unos 17 años, con uniforme kaki, gorra policiaca en mano extendida y esperando la coperacha. Segundo plano un hombre "madurito" dando vueltas a la manivela del organillo, que con cada vuelta emitía unos aullidos indescifrables, como queriendo dar la idea de que era o alguna vez fue música.
Recuerdo cuando era niño los paseos con mis padres y mis abuelos por la alameda central y por las calles del centro, los organilleros o cilindreros se contaban por cientos y se escuchaba la música agradable, atemporal, como alargando una época que ya no existía, pero que quería o buscaba permanecer como una tradición condenada al olvido. Incluso recuerdo que en la calle de Díaz de León en la colonia Morelos (tepis) había dos locales de venta, reparación y afinación de cilindros... ¿extraño no?, por lo menos en esta fechas, aunque no me sorprendería que aun existiera alguno por ahí perdido entre videojuegos y expendios de tachas y refacciones robadas.
El semáforo no dejaba de cambiar y me sorprendió sacando unas monedas de a varo del bolsillo del pantalón, pensaba en el ruido, en el tratar de hilvanar alguna melodía, alguna, la que sea, rescatar algo de esos sonidos desordenados, hurgar en la cara del organillero y poder responder si realmente era una tradición o simplemente la necesidad. Le di las monedas.
Mi abuelo decía que no era difícil tocarlos, era difícil cargarlos ¿será difícil afinarlos?. Me preguntaba si ese objeto tan tradicional en extinción era un reflejo o una víctima más de la ciudad; que se come todo, hasta los sueños y las esperanzas de toda la gente, tal vez ese organillo desvencijado acabaría (seguramente) arrumbado, oxidado, mudo y lo que es peor olvidado en cualquier basurero (eso si) de las afueras de la ciudad y zonas aledañas. A quien le importa, de cualquier forma esta destinado a desaparecer ¿o no?
3 comentarios:
Tal vez sí, tal vez no, porque es una memoria citadina, o sea de personas y momentos... tú haces memoria de ella y entonces se queda entre nosotros, aunque yo no tenga la más remota idea de esos momentos. Mua!
Pues si pero llegara el día que la memoria no alcance para hacer permanecer, ¿o si?. Por ahora ya murieron esas melodías agradables en un paseo dominguerísimo.
Ojalá recordaras el bolero, ya sé, puede que sea un vals, algo así como: laaa ra la ra laaaaaaa.
Gracias por el recuerdo de olas defeñas.
Publicar un comentario