Las 5 en punto. Tome el folder amarillo del lado derecho del escritorio sin siquiera mirarlo, mientras con la mano izquierda terminaba el último trago de café que había guardado desde hacia una hora, como siempre tenia esos asientitos de azúcar mal revuelta que tanto me gustaban.
El folder decansó en el fondo del cajón, la misma gaveta metálica con olor a... metal que no se había movido de mi oficina desde hacía 18 años, por acá las cosas no variaban mucho, ¿porque lo iban a hacer? si todo estaba tan tranquilo, tan bien. Tomé mi saco del respaldo de la silla, lo coloque sobre mis hombros sólo para cubrirme la espalda (una vieja costumbre arraigada desde la casa materna), tomé mi portafolios donde guardaba mi Laptop comprada más por presión que por necesidad y enfilé mis pasos hacia la puerta, mirando al frente y haciendo pequeñas reverencias hacia todos lados despidiéndome de los compañeros que aún estaban en algún punto de la finalización de sus labores. Ojalá y no se atravesara mi jefe, tendría que detenerme a estrecharle la mano y perdería minutos valiosos que podría utilizar en el transito o si bien me va, me permitirá hacer una pausa en la tienda para comprar cigarros y alguna golosina para la familia.
El vigilante abrió la puerta cristalina de la entrada con el mismo saludo de todas las tardes, este ya había durado, hace mucho que se fue don Jesús, el último vigilante contratado por la empresa, ahora se había contratado una empresa para estos menesteres y nos cambiaban el personal sin siquiera enviar un memo.
Tomé camino por el medio del estacionamiento, era el más corto hacia mi auto, a pesar de los años y de los ascensos siempre usaba el mismo cajón, no se, es una cuestión de costumbre. -Adiós Ruíz- Escuche a lo lejos sin poder distinguir el dueño de la voz, ni siquiera entrecerrando los ojos para enfocar, ¿quien habrá sido? bueno, basta levantar la mano y sonreír, de cualquier forma si sabe mi apellido es por que me conoce.
Accione el botón del seguro del coche y después de ver el parpadeo de las calaveras abrí la puerta esperando el aroma tenue a canela habitual - Creo que necesitas ir a lavado otra vez- le dije en voz alta dirigiéndome al tablero mientras palmeaba el volante esperando su comprensión por este descuido, al final de cuentas ya era jueves y hacia 4 días de la última visita al lavado. Las vestiduras estaban opacas y la piel necesita humectarse.
Tomé mi lugar en la fila de salida, baje el volumen y ajuste el A/C a 24º dicen por ahí que la paciencia es una virtud y en realidad no había nada que indicara lo contrario, no había prisa y la familia espera, después de todo aún quedaban un par de horas de camino y no había lugar para distracciones. Que bueno que no se atravesó el jefe, 5 minutos en esta ciudad son valiosísimos, sobre todo si queremos más tiempo de calidad en familia.
El reloj marcaba las 5:16, un minuto tarde, pero, un lujo cualquiera se lo da.
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