
Entre con dificultad por la puerta. La cara polvosa, la espalda encorvada y los brazos colgando sin ninguna resistencia a la fuerza de la gravedad. Cerré la puerta con una sola vuelta a la chapa, para que 2, dejé las llaves colgadas en la cerradura y por impulsión automática presioné el botón rojo generador de imágenes del control remoto del TV. Caí sobre el sillón sin pensar en la dureza del soporte o de los huesos nalgares.
Sin realmente ver con la misma pesadez vi los molestos zapatos aún en mis doloridos pies. Con la punta del derecho saque desde el talón el izquierdo y viceversa, cayendo estos exactamente al lado de mis patas extenuadas. Regrese la vista a la TV sin realmente ver.
Tiempo después vi los zapatos de canto sobre el suelo, la piel ya rayada, el color desgastado y diferente por las boleadas y la suela gastada de una forma particular, única, personal. Tome, con pereza, dicho medio de transporte y puede ver que la suela se gastó desde la punta, todo el centro de la suela y el inicio del tacón. Dejé mi postura relajada-extendida y me sente como Dios manda para ver tan excitante fenomeno¿?. Tomé la otra mitad del artilugio y procedi a hacer el mismo análisis con el mismo resultado que ya esperaba.
Después de una exhaustiva observación, de un análisis científico y de exámenes de comprobación contra el suelo y la mesa de descanso, pude llegar a la conclusión que ese día había caminado muchísimo, que desde la mañana mis pies habían arrastrado las suelas contra el piso sín piedad y que por consecuencia de ese descuido corría el riesgo de perder ese par de zapatos tan cómodos que me rehusaba a eliminar de mi guardarropa. Como es que un descuido tan grande, producto de mi enfado cotidiano me iba a costar tan caro, al tener que deshacerme de tan preciado elemento; que digo preciado, indispensable es la palabra.
Corrí literalmente al armario olvidando la pereza, saqué mi cajón de bolero herencia de mi abuelo y procedí a compensar la afrenta, a reparar el maltrato y a expiar la culpa del descuido.
Mañana tendre cuidado de no arrastrar las plantas, de no raspar las pieles y de plantar bien el tacon en el piso, el desgaste es obvio, pero prefiero deshacerme de mis zapatos por sustitución u olvido que por desgaste o descuido, es más piadoso y más conveniente, por lo menos para mi conciencia.
Paz.
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